lunes, 21 de octubre de 2013

¿Qué es la cirrosis?

La cirrosis es una afección del hígado, en el que este se deteriora y no funciona bien. En esta lesión, que es crónica, el tejido sano del hígado es sustituido por tejido cicatricial y se bloquea parcialmente la circulación hepática. Como consecuencia de esto, también se deterioran ciertas funciones del hígado, como son:

  • Control de infecciones
  • Depuración de la sangre, eliminando las bacterias y las toxinas de la sangre. 
  • Procesado de nutrientes, hormonas y medicamentos
  • Producción de bilis, que contribuye en la absorción de grasas.
  • Fabricación de proteínas que regulan la coagulación sanguínea.

Causas de la cirrosis

La cirrosis no es causada por una lesión aguda del hígado, sino por una lesión de este prolongada en el tiempo. Las causas más comunes son las siguientes:

Diagnóstico de cirrosis


El diagnóstico de cirrosis conlleva la valoración clínica del paciente, una analítica y algunas pruebas diagnósticas. En muchos casos la historia clínica puede determinar la causa de la cirrosis.
Para llegar al diagnóstico de la cirrosis, primero se realiza un examen físico al paciente, en el cual se puede palpar un hígado duro con borde irregular y aumentado de tamaño. Este hígado grande generalmente no es doloroso. Sin embargo, cuando la enfermedad está muy evolucionada el hígado suele tener tamaño reducido. Los pacientes pueden tener las palmas de las manos enrojecidas, las parótidas (glándulas que producen saliva y que se encuentran a ambos lados de las mejillas) aumentadas de tamaño, y arañas vasculares en la piel (dilatación de capilares sanguíneos a modos de patas de araña).
También se lleva a cabo un análisis de sangre en donde es frecuente que en fases avanzadas disminuyan los glóbulos rojos y las plaquetas. Son comunes las alteraciones en las pruebas de coagulación de la sangre. La cantidad de proteínas también está disminuida. Puede elevarse las cifras de bilirrubina y los enzimas del hígado (transaminasas) y de amoníaco en sangre.
Los análisis, además sirven para detectar la presencia de virus en la sangre, la cantidad de hierro que existe, si hay cobre en exceso o si existen autoanticuerpos (sustancias que pueden atacar nuestras células hepáticas hasta destruirlas), ayudando así al diagnóstico de la causa de cirrosis.
En los estudios radiográficos se suele hacer una ecografía abdominal que puede demostrar el hígado aumentado de tamaño y/o desestructurado. También pueden verse incrementados el bazo y la dilatación de las venas que salen y entran del hígado. Otras pruebas como el scáner o la resonancia magnética del hígado ayudan también a ver el grado de afectación y a descartar otras lesiones o enfermedades asociadas. 
La biopsia hepática ayuda a conocer el grado de afectación o fibrosis del hígado. La prueba consiste en coger un trozo de hígado para luego mirar por el microscopio su estructura y comprobar la cantidad de tejido normal que ha sido sustituido por tejido cicatricial.

Tratamiento para la cirrosis hepática.

Si un tratamiento adecuado o un trasplante, el 50% de los enfermos en fase avanzada fallecen en un período de 5 años. El hígado es un órgano de gran tamaño que puede seguir desempeñando sus funciones durante bastante tiempo, pues tiene capacidad de regeneración de células que mueren y son reemplazadas por otras nuevas. Es por ello que durante años el enfermo puede no necesitar ningún tratamiento al no tener ningún síntoma.


En estos pacientes compensados debe aconsejarse que lleven una dieta equilibrada, baja en sal y sólo se debe prohibir que tomen alcohol.
 Los pacientes con cirrosis por virus C pueden recibir tratamientos con fármacos antivirales. Aunque su uso está discutido por la cantidad de efectos secundarios que produce, sí ha demostrado reducir el riesgo de cáncer de hígado, por lo que en determinados sujetos, especialmente en pacientes jóvenes y en buena situación física, puede plantearse su uso.

Los pacientes con riesgo de sangrado por varices recibirán medicamentos como el propanolol para reducir la presión de las venas y evitar el sangrado.
No es recomendable que los paciente tomen aspirinas o antiinflamatorios, por el riesgo de producir retención de líquidos y empeorar la ascitis. Hay que tener mucho cuidado con fármacos como los que se usan para el insomnio, por la depresión, por el riesgo de dormir en exceso al paciente o de favorecer la aparición de encefalopatía hepática.

En pacientes alcohólicos, en los que es frecuente que a causa de una dieta poco equilibrada haya déficit vitmínicos, puede ser útil la administración de vitaminas B y C y ácido fólico.

El trasplante hepático es una opción terapéutica que debe considerarse en todo paciente con cirrosis hepática avanzada. Sin embargo, muchos enfermos no serán tratados mediante esta técnica. Se indica el trasplante cuando la expectativa de vida de la persona es inferior a la del trasplante, es decir, cuando surgen las descompensaciones. Cuando el paciente comienza con ascitis no controlada, encefalopatía hepática, ictericia intensa, sus expectativas de vida son escasas: ése es el momento de plantearse el trasplante.

Síntomas y complicaciones de la cirrosis

Síntomas


Una gran parte de los pacientes con cirrosis no muestran síntomas: no presentan ni manifestaciones clínicas de daño hepático ni alteraciones en los análisis. En estos casos, se dice que la cirrosis está compensada; es decir, el organismo ha encontrado ciertos mecanismos para evitar la aparición de los síntomas debidos al fallo hepático. Estos mecanismos de compensación no son totalmente beneficiosos para el enfermo ya que, a la larga, son responsables de muchas complicaciones de la cirrosis.

Otra parte de los pacientes presenta una cirrosis descompensada. En ellos, los mecanismos antes referidos se han visto superados por la enfermedad y entonces aparece la clínica.

Los síntomas de la cirrosis que pueden aparecer en un paciente son: pérdida de apetito, fatiga y debilidad, pérdida de peso, coloración amarillenta de la piel y los ojos (ictericia), e incluso signos de inflamación abdominal. Sin embargo, la clínica más importante de la cirrosis es aquella que se deriva de sus complicaciones como son: hemorragia digestiva, ascitis (acumulación excesiva de líquido en el abdomen), daño cerebral, peritonitis bacteriana espontánea, sepsis (infección diseminada) o incluso cáncer de hígado.



Complicaciones


  • Trastornos de sangrado (coagulopatía).
  • Acumulación de líquidos abdominales (ascitis) e infección del líquido (peritonitis bacteriana).
  • Venas dilatadas en el esófago, el estómago o los intestinos que sangran fácilmente (várices esofágicas).
  • Aumento en la presión de los vasos sanguíneos del hígado (hipertensión portal).
  • Insuficiencia renal (síndrome hepatorrenal).
  • Cáncer hepático (carcinoma hepatocelular).
  • Confusión mental o cambio en el nivel de conciencia o coma (encefalopatía hepática)