Síntomas
Una gran parte de los pacientes con cirrosis no muestran síntomas: no presentan ni manifestaciones clínicas de daño hepático ni alteraciones en los análisis. En estos casos, se dice que la cirrosis está compensada; es decir, el organismo ha encontrado ciertos mecanismos para evitar la aparición de los síntomas debidos al fallo hepático. Estos mecanismos de compensación no son totalmente beneficiosos para el enfermo ya que, a la larga, son responsables de muchas complicaciones de la cirrosis.
Otra parte de los pacientes presenta una cirrosis descompensada. En ellos, los mecanismos antes referidos se han visto superados por la enfermedad y entonces aparece la clínica.
Los síntomas de la cirrosis que pueden aparecer en un paciente son: pérdida de apetito, fatiga y debilidad, pérdida de peso, coloración amarillenta de la piel y los ojos (ictericia), e incluso signos de inflamación abdominal. Sin embargo, la clínica más importante de la cirrosis es aquella que se deriva de sus complicaciones como son: hemorragia digestiva, ascitis (acumulación excesiva de líquido en el abdomen), daño cerebral, peritonitis bacteriana espontánea, sepsis (infección diseminada) o incluso cáncer de hígado.
Complicaciones
- Trastornos de sangrado (coagulopatía).
- Acumulación de líquidos abdominales (ascitis) e infección del líquido (peritonitis bacteriana).
- Venas dilatadas en el esófago, el estómago o los intestinos que sangran fácilmente (várices esofágicas).
- Aumento en la presión de los vasos sanguíneos del hígado (hipertensión portal).
- Insuficiencia renal (síndrome hepatorrenal).
- Cáncer hepático (carcinoma hepatocelular).
- Confusión mental o cambio en el nivel de conciencia o coma (encefalopatía hepática)
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