viernes, 8 de noviembre de 2013

La hepatitis como enfermedad crónica



Como bien se explica en el vídeo la hepatitis es una inflamación del hígado causada por una infección vírica o una bacteria. Los principales causantes son los virus, cinco tipos principalmente, A, B, D y E. 

Los virus de tipo B y C son los causantes de la hepatitis crónica y pueden causas cirrosis o cáncer hepático. las hepatitis A y E las producen la ingestión de agua o alimentos contaminados y el resto el contacto con otras personas contaminadas.

Se transmiten por transfusiones de sangre o contacto con sangre contaminada; la hepatitis B también puede contagiarse en el parto, de madre a hijo o por contacto sexual.

Cuando el curso de la enfermedad dura más de 6 meses, pasa a denominarse crónica y los síntomas, o son mayores ( hepatomegalia, esplenomegalia, arañas vasculares, circulación colateral superficial y ascitis), o se vuelve asintomática.

Hepatitis C y su sintomatología

Como ya se ha podido ver en la entrada anterior hay diferentes tipos de hepatitis pero nosotras queremos centrarnos en concreto en la hepatitis C, ya que se calcula que cada año se infectan con este virus entre 3 y 4 millones de personas en el mundo. Hay unos 150 millones de personas que sufren la infección crónica y están en riesgo de sufrir cirrosis hepática o cáncer de hígado. Cada año mueren más de 350000 personas por causa de enfermedades hepáticas vinculadas con la hepatitis C.

Se propaga por lo común cuando la sangre de una persona infectada ingresa en el organismo de una persona susceptible. Es uno de los virus más comunes que infectan el hígado y su cuadro clínico puede ir desde una padecimiento leve que dura unas cuantas semanas hasta una afección grave de toda la vida.



 Tiene un período de incubación que dura entre 2 semanas y 6 meses. después de la infección inicial, aproximadamente el 80% de las personas no manifiestan síntomas alguno. Algunas personas pueden presentar un cuadro clínico agudo con fiebre, fatiga, falta de apetito, náuseas, vómitos, dolores abdominales, coloración oscura de la orina, heces fecales de color grisáceo, dolores en las articulaciones e ictericia (coloración amarilla de la piel y el blanco de los ojos).

Aproximadamente , entre el 75% y el 85% de las personas que padecen la infección inicial contraen una enfermedad crónica, y entre el 60% y el 70% de las que la padecen sufren una hepatopatía crónica; entre un 5% y un 20% contraen cirrosis, y entre 1% y un 5% mueren por cirrosis o cáncer de hígado.



En esta Guía de salud encontrarás más información acerca de la hepatitis C en la que es muy importante la prevención y detección precoz para poder solucionarlo antes de que sea demasiado tarde.

Diagnóstico de la hepatitis C

La primera actuación ante la sospecha de un caso de hepatitis C es hacer una prueba serológica, es decir, un análisis de sangre. Esto nos dará información acerca de:


  • La función hepática
  • Existencia de inflamación y/o destrucción de tejidos
  • Presencia de anticuerpos contra el virus de la hepatitis C

La presencia de anticuerpos en sangre contra el VHC solo indica que la persona ha estado en contacto con dicho virus, pero no precisamente ha tenido que desarrollar la enfermedad. Esto es así porque aproximadamente el 15% de las personas que entran en contacto con el VHC lo eliminan de forma natural.
Además, también existen casos en los que una persona se haya infectado recientemente y aún no haya desarrollado anticuerpos.

Para aquellas personas en las que haya aparecido el virus, el diagnóstico positivo se hará mediante un análisis de sangre específico, denominado PCR. En esta prueba se determinará por lo tanto la presencia del virus y además la carga genética. 

Tratamiento de la Hepatitis C

El tratamiento farmacológico más eficaz para tratar la hepatitis C consiste en la combinación de dos fármacos antivirales, la ribavirina y el interferón pegilado, un medicamento que se administra por vía subcutánea. El número de pacientes que responden al tratamiento es de más del 50%.
Existen además, dos nuevos fármacos, que actúan como inhibidores de la proteasa y que sumados al tratamiento estándar, lo que se conoce como triple terapia, permiten un aumento en las tasas de curación para aquellos pacientes con genotipo 1.