domingo, 20 de octubre de 2013

Espondilitis anquilosante como enfermedad crónica

La espondilitis anquilosante es una enfermedad reumática que causa inflamación en las articulaciones de la columna vertebras y de las sacroilíacas, las cuales tienden a soldarse entre sí, provocando una limitación de la movilidad. Como resultado se produce una pérdida de flexibilidad de la columna, quedándose rígida y fusionada. 
Es mucho más frecuente en varones, pero está aumentando la incidencia en mujeres, y afecta por igual a personas de todas las
razas. Al contrario de lo que se puede
pensar cuando se habla de enfermedades articulares, la espondilitis anquilosante es más común en gente joven, y suele aparecer entre los 20 y los 30 años; incluso en un 10% de los pacientes los síntomas iniciales se manifiestan antes de los 16 años.

Se desconocen las causas exactas de la espondilitis anquilosante, pero se ha descubierto que esta enfermedad afecta con mayor frecuencia a las personas que presentan en sus células una señal específica. Esta señal se trasmite por herencia genética y se denomina antígeno HLA B27. La posesión del antígeno parece causar una respuesta anormal ante algunos gérmenes. Hasta un 90% de los pacientes con espondilitis anquilosante poseen dicha proteína en sangre. Pero esto no quiere decir que la presencia de este antígeno implique necesariamente que se va a padecer la enfermedad.

Sintomas de la espondilitis anquilosante

La espondilitis anquilosante comienza de forma nocturna, con síntomas leves, pero que se prolongan durante varios años y se manifiestan en forma de brotes, es decir, con apariciones y remisiones. 
La sintomatología es muy variada dependiendo de unas personas u otras, aunque podemos destacar ciertos rasgos que son más comunes, como por ejemplo:

  • Dolor nocturno y pérdida de sensibilidad y movilidad en la zona lumbar. Este dolor puede irradiarse a las nalgas o zona posterior de los muslos, confundiendose en ocasiones con los síntomas de la ciática. Además, este tipo de dolor tiene una característica importante: empeora con el reposo y mejora con la actividad física. Cuando la enfermedad está avanzada, se ve afectada tambien la zona dorsal y cervical de la columna. 
  • Fatiga
  • Otros síntomas comunes pueden ser:
    • Dolor de talones
    • Inflamación ocular o uveitis.
    • Daño de las válvulas cardiacas
    • Afectación de articulaciones: hombros, rodillas y tobillos.
Para conocer más de cerca esta enfermedad, te recomendamos que veas el siguiente vídeo


Espondilitis anquilosante, tratamiento


  • Antiinflamatorios: consiguen aliviar el dolor y reducir o suprimir la inflamación articular, lo cual permitirá una mejor calidad de vida del paciente, y evitará que se produzcan molestias durante el descanso nocturno.
  • Analgésicos: Se utilizan para aliviar el dolor.
  • Sulfasalacina: puede ser beneficiosa en los casos más graves.
  • Metotrexato: Se utiliza fundamentalmente para detener las artritis de las articulaciones periféricas.
  • Rehabilitación: es esencial que los individuos que padecen espondilitis anquilosante realicen los ejercicios físicos recomendados por el reumatólogo. Así, debido a que la enfermedad suele provocar una deformación de la columna vertebral (curvatura hacia delante) es conveniente que el paciente practique deportes que fortalezcan la espalda. Sin duda, el mejor ejercicio para ello es la natación. Asimismo, los ejercicios respiratorios aumentarán la capacidad pulmonar.
  • Cirugía: solo en algunas ocasiones, cuando las articulaciones están muy dañadas y se ha perdido la movilidad, es necesaria la intervención quirúrgica.

Diagnóstico de la espondilitis anquilosante

La consulta precoz con un médico, de preferencia un reumatólogo, para un diagnóstico precoz es fundamental, con el objetivo de obtener el tratamiento adecuado.
Los doctores basan dicho diagnóstico de EA en la sintomatología de dolor inflamatorio de espalda, el examen físico así como otras pruebas complementarias para confirmar la enfermedad.

Estas pruebas irán encaminadas en 2 vías: una radiológica por  la que se intentará descartar una inflamación en las articulaciones sacroilíacas y otra de laboratorio como el análisis de sangre para indagar la presencia del gen HLA-B27. El hecho de tener el gen no significa que tenga EA, pero sería una pista que respalde el diagnóstico.

Las alteraciones radiológicas de las articulaciones sacroiliacas, son el pilar sobre el que se basa el diagnóstica de la enfermedad. Si embargo las alteraciones que se correlacionan con el fenómeno inflamatorio y el daño anatómico, grado II, III, IV suelen ser tardíos lo que provoca que el diagnóstico se demore durante años. El estudio de las articulaciones es la técnica de imagen de primera elección.


EL diagnóstico es clínico y radiológico por tanto y si se aplican los criterios diagnósticos actualmente vigentes, se exige siempre la presencia de alteraciones en grado superior o igual a 2 para establecer un diagnóstico.




Los expertos alertan que cuanto más tarde sea el diagnóstico más evolucionada estará la enfermedad y habrá un mayor daño estructural con neoformación ósea que es la responsable de la anquilosis. Estos datos se han conocido durante Proyecto IMAS (Imagen en Espondiloartritis), curso destinado a la formación de reumatólogos de toda España en las nuevas técnicas de imagen aplicadas a la espondiloartritis, que este año ha celebrado su II edición en Madrid. El diagnóstico de la espondilitis anquilosante puede retrasarse hasta 8 años.